April 07, 2007

ALZAR QUISIERA MI VOZ MINERAL


Alzar quisiera mi voz mineral

como un pájaro por sobre el silencio

que se gasta en el duro perfil de los andes.

Sube mi mano por la cintura cobriza

de la montaña desnuda al crepúsculo,

mis ojos escalan sus pechos amantes,

mi sombra en su uterino universo

cava con todos los grillos que llama el alba,

mi boca le besa, mis dedos la tactan

y la definen desnuda ante mis ansias de lobo.

En ti mi corazón,

en ti mis huesos que de tus raíces se alimentan,

mas, tú de cada herida me pedirás cuenta,

exigirás el impuesto del Cesar

a mis pulmones vencidos,

y cuando ya tu sombría estrella me absorba

sólo mi corazón en lo genital de tus piedras

seguirá latiendo incansable.

March 20, 2007

SE QUE AQUI ESTUVIERON LOS HOMBRES


Mientras yo escribo,

Dios esta sembrando entre las estrellas

y el mar cubre de sal las arenas con los dedos de sus olas.

Mientras por los socavones camino

tactando con mi mano el abandono,

el cobre corre por los piques

como un vertical río llevándose

piedra a piedra nuestra vida.

Hundo mi lámpara de grillo

en lo que yace muerto y aún respira,

buscando entre la madera que lenta muere,

entre subterráneas desolaciones que se oxidan,

el lucero que ahora es un planeta muerto.

Sé que aquí estuvieron los hombres

con el pecho lleno de esperanza,

sé que aquí en estas galerías

entregadas a obscuras sustancias de tiempo

el sudor coronó frentes nobles,

que la dinamita y su relámpago breve

rompió la piedra y el tiempo.

Sé que aquí estuvieron los hombres.

¿ Dónde ahora andan sus pasos?

¿ Bajo qué árbol miran caer la tarde?

¿En qué copa beben?

¿En cual fragmento de tierra quieta

descansa el mineral de sus huesos

para ir a sacar más cobre?


Después de esta luna

Adónde iremos nosotros

a depositar nuestros huesos?

¿En qué mar, en qué hembra,

en qué copa nosotros beberemos?

¿Qué luna rodará por la noche,

qué nombre tendrá el mes,

qué número tendrá el año,

cuál será la hora que abrirá sus brazos

cuando en el último disparo,

en el último puñado de piedras

exhalará su último rocío cobrizo este mineral?

¿Quién vendrá entonces

a buscar nuestros nombres a estos socavones?

¿Quién soplará en el recuerdo

preguntando a estas piedras por la vida,

que aquí, entre este cobre, vivimos?

¿Qué mano sacudirá nuestros huesos

buscando lo que de este silencio astralizado

en el corazón escondido nos llevamos?

¿Quién de pie frente a nuestra tumba

alzará su poética ráfaga de auroras

y dirá: Levántate y barrena?

September 28, 2006

SILENCIOS ASTRALIZADOS


Mientras yo escribo,

Dios esta sembrando entre las estrellas

y el mar cubre de sal las arenas con los dedos de sus olas.

Mientras por los socavones camino

tactando con mi mano el abandono,

el cobre corre por los piques

como un vertical río llevándose

piedra a piedra nuestra vida.

Hundo mi lámpara de grillo

en lo que yace muerto y aún respira,

buscando entre la madera que lenta muere,

entre subterráneas desolaciones que se oxidan,

el lucero que ahora es un planeta muerto.

Sé que aquí estuvieron los hombres

con el pecho lleno de esperanza,

sé que aquí en estas galerías

entregadas a obscuras sustancias de tiempo

el sudor coronó frentes nobles,

que la dinamita y su relámpago breve

rompió la piedra y el tiempo.

Sé que aquí estuvieron los hombres.

¿ Dónde ahora andan sus pasos?

¿ Bajo qué árbol miran caer la tarde?

¿En qué copa beben?

¿En cual fragmento de tierra quieta

descansa el mineral de sus huesos

para ir a sacar más cobre?

Después de esta luna

¿Adónde iremos nosotros

a depositar nuestros huesos?

¿En qué mar, en qué hembra,

en qué copa nosotros beberemos?

¿Qué luna rodará por la noche,

qué nombre tendrá el mes,

qué número tendrá el año,

cuál será la hora que abrirá sus brazos

cuando en el último disparo,

en el último puñado de piedras

exhalará su último rocío cobrizo este mineral?

¿Quién vendrá entonces

a buscar nuestros nombres a estos socavones?

¿Quién soplará en el recuerdo

preguntando a estas piedras por la vida,

que aquí, entre este cobre, vivimos?

¿Qué mano sacudirá nuestros huesos

buscando lo que de este silencio astralizado

en el corazón escondido nos llevamos?

¿Quién de pie frente a nuestra tumba

alzará su poética ráfaga de auroras

y dirá: Levántate y barrena?

July 22, 2006

PENUMBRAL



Estas raíces que nacen profundos del otoño.

Es el astro que danza en mi corazón como el fuego.

Es simplemente esta savia de luna que me quema.

Es esta sombra condenada a mis zapatos viejos.

Tengo en mis manos el mineral que mis abuelos

Cortaran de nogales que cruzaron sus venas.

Cuando el viento juega con su ábaco de hojas

descubro en mis dedos el oxido de sus estrellas.

Soy el eco desnudo en esta atalaya de rosales.

Reconozco el crepúsculo que amortaja a Sewell

mi lágrima es cobre en este crisol abandonado,

que rompe en estos surcos que de a poco se secan.

Con la copa que vuelca su vino amargo en mi

los grillos están tejiendo una mortaja de tristezas.

Busco entre las sombras de Sewell que se escoran,

Un fragmento de infancia que se fue por las escaleras.

Mientras tejo en los racimo que arde en la noche

Oigo en mi pecho unos pies descalzos de piedra,

es la muerte que vaga vestida de soledad,

y desata el espacio vacío que me atormenta.

Todo lo que ame siempre en cuatro maderos, duerme.

¡Qué importa esta herida como una rosa abierta¡

¡Cuántas veces he de morir en el silencio de la tarde,

para que mi padre regrese a la casa oliendo a madera¡

Es todo éste rocío que me humedece los huesos.

Madre mía, es tu ausencia que mi poesía lacera.

Siento en mi pecho el peso de estar sin tus brazos

Quiero escuchar otra vez tu corazón, cultivar estrellas.

¡En qué penumbral universo de hojas solloza mi infancia¡

¡En qué estrella amortajada de sal, el olvido se avieja¡

yo solo sé que con esta luna que hiela de harina la noche,

los grillos cantan y lloran junto a este minero y poeta.

July 12, 2006

MINERALIZACION




La noche esta desnuda como una diosa en actitud lejana,

huelen sus pechos a cobre profundo y lácteo.

Cada estrella que se consume a sí misma,

¡ en este silencio que duele hasta los huesos,

arde con el mineral interregno del corazón!

Camino por las arterias solitarias de la mina

acompañado sólo por el vuelo de esta mariposa de mi casco,

pisó el tiempo detenido, y escuchó el eco con sus loicas invisibles

¡cómo me muestran las vetas abiertas de sus pechos!

En esta larga muerte que aquí clava sus raíces de abandono,

el grillo de mi pecho está cavando en los socavones de la noche,

buscando los racimos de sal que en esta subterránea vía láctea

que ayer ardiera en las frentes de los obreros como soles.

He aquí la desmemoria de Sewell.

Al paso de mi mano por los huesos de sus soledades,

alzan su cruces vacías aquellas sombras

que aún habitan entre los sarmientos de esta rosa herida;

son los que mueren con las hojas que caen de la luna,

son los mismos que lloran en los zapatos marchitos que ya nadie les da vida,

son los mismos que me miran desde los ojos vacíos de las ventanas,

son los que me reciben en las puertas que ya nadie abre, salvo la noche.

Son los mismos nombres que siendo niño escuche de boca de mi padre

y que vienen hasta mi puerta cuando arde el olvido con su broza.

Aquí, en esta greda mi mano entra y se humedece

con el dolor deshuesado de lo que no tiene tumba.

Esta es la hora del oleaje frío que sopla sal desde la nostalgia,

el sitio abandonado donde mi pecho acoge el silencio de estas estrellas

que lloran desnudas, como Dios, cobre puro en la noche sewellina.

En el fondo de la mina el padre de mi padre

me dejó la poesía en las piedras que lo hirieron,

hoy yo las rompo con mis manos, las abro como rosas,

arrancando de sus entrañas estos versos que aquí caminan.

Desde el fondo de la mina una procesión de lámparas

baja por las escaleras del campamento, y se dispersa entre los edificios.

Desde el fondo de la mina viene un manantial de rumores,

sombras que alargan sus raíces minerales en el silencio que se oxida,

nombres que solamente el viento ha guardado en su memoria;

Pedro Matapalos ríe, y su cascada cristalina retumba en los pasillos solitarios.

Manuel Buitrero fuma, y el humo del cigarro se diluye como sus pulmones.

Luis Palanquero hace señales con sus ojos y el metalero de su sangre

descarga en su mujer todo el mineral que le llena de fuego las arterias.

José Buzonero se juega al monte no solo el pan de cada día.

Colipi Jornalero, que tiene una pena parida bajo las araucarias,

siente las brazas del aguardiente quemando en sus entrañas

y en sus labios los besos de Guacolda Ñanculao,

que allá en Licantén cópula bajo la misma noche que él bebe.

Juan Minero se despierta sudoroso en la fría noche sewellina

viendo el cuerpo destrozado de su “gancho” en el fondo del pique;

y como un hombre en la soledad de su cama Juan llora como un niño.

Desde el fondo de la mina el alba se levanta, desnuda y perfumada.

Sewell amanece con los ojos húmedos de cobre.

Yo los vi de niño desde mi ventana,

los vi subir hacia la mina por las escalas del campamento

contando los peldaños del tiempo hacia el olvido,

ellos dejaron en cada piedra algo de sus propias vidas

que en los crisoles de Caletones fue fundido junto con el cobre:

el oro de los maizales y los soles de las viñas de Doñihue,

las sombras ancestrales de las araucarias de Temuco,

el canto de los mimbres de Chimbarongo,

el tejido del viento en los eucaliptos de Machali,

el rocío perfumado de los aromo de Loncoche,

el guitarreo de los arroyos esmeralda de Osorno,

la soledad de los sauces del Cachapoal,

¿será por esto que el cobre huele a Chile?.

Yo los vi de niño volver desde la mina,

sudorosos y cobrizos, oliendo a las rosas de la pólvora.

Eran los mismos rostros y puños que en la huelga,

que agitaba el campamento con su oleaje solidario,

alzaban su sangre en la asamblea obrera envuelta en llamas.

Y los mismos ojos que lloraron

cuando el lenguaje breve y violento de la dinamita

rompió junto con la roca, las carnes y los huesos.

Y las mismas manos que cavaron en la nieve asesina

buscando al hijo o al compañero sepultado.

Eran los mismos que vi en cuatro negras vetas,

los brazos cruzados sobre el pecho, amortajados en el alba,

zarpar con el silencio hacia el verde valle de Rancagua

para devolver a la tierra lo que la misma tierra había prestado.

Yo los vi de niño, escupir sangre y cobre,

cuando la silicosis cobraba su cruel impuesto,

y se abría pasos con sus garras por rosadas vetas alveolares.

¡Y éste era acaso el cobre más puro de mi patria. !

Y yo los vi de niño

yendo y viniendo por las lunas rotas de los andes;

entonces ellos en los brazos de una aurora sewellina

amaban y sudaban en las vetas perfumadas de la carne,

solamente allí, aferrados a la angustia y a la tierra,

ellos, los que vi de niño desde mi ventana,

se olvidaban de la muerte.

Desde el fondo de la mina

traje en mi corazón el verdadero mineral de estas montañas,

eran los nombre que escuche cuando niño de boca de mi padre,

porque donde estuvieron ellos con sus manos y sus sueños cavando,

yo cavé con mis propias manos hasta tocar el centro del olvido.

Desde el fondo de la mina,

baje por las escalas de Sewell en el alba hacia los recuerdos

y como aquellos que vi pasar de niño desde mi ventana,

una rosa me quema los huertos alveolares para siempre con su ira.

Mientras las diosas de la noche se rompen en las altas copas de los andes,

¡Yo, poeta minero y sewellino, amanezco con el corazón en cobre convertido!.

June 20, 2006

DOLOR EN EL COBRE



Y ahora,

Frente al recuerdo que levanta su voz

alza mi canto su dolor encendido de piedras,

aquella angustia que socavo las sombras,

ese eco de silencio que sufre la noche.

Alza mi voz obrera en este fragmento cuarzario

los nombres de mis hermanos mineros,

recoge mi mano sus rostros perdidos.

En el alba fueron por cobre

pero el humo asesino los embosco

entre la geología lunar de los andes chilenos

y el estrecho socavón donde sudaban el pan diario.

Algunos regresaron heridas sus almas para siempre,

pero otros envueltos en minerales tristezas

se quedaron convertidos en un solo cuchillo.

Ilumina mi lampara un abismo en el cielo.

He aquí a mis hermanos caídos,

en este trozo de noche desnuda que arde en el cobre.

Mis hermanos obreros que en busca de un sueño

se marcharon detrás de una estrella.

Por esta herida en su costado, sangramos, sangraremos.

Por este dolor, lloramos, lloraremos.

Cobre, ¡cuánta vida tú te has llevado!

¡Cuánto anhelo, cuánta esperanza!

Y aunque se acabe un día tu rojo caudal,

nosotros no olvidaremos a los en tu rosa

encontraron un naufragio escondido.

Y ahora,

frente al recuerdo que levanta su voz tan pesada,

atados al oxido que enciende esta cobriza tristeza,

como el lucero en el alba llena de grillos

guardamos un siglo de silencio.

Walter Pineda C.

May 20, 2006

FRAGMENTOS DE NOCHE Y COBRE


Dadme fragmentos de noches encendidas con nogales y peumos

y os daré raíces que se hundan en el cobre.

Dadme vuestros sueños incontables

o un puñado furioso de corazones,

y os haré hombres para romperlas.

Dadme del viento la ira de sus pumas

y manos que huelan a añañucas campesinas,

y os daré el sudor de esta veta dura.

Dejad que arranque del lucero la luz de su palabra

y os haré para estas obscuridades, lámparas.

Sembrad bajo la luna genital de la sangre

y os daré hijos para estas constelaciones minerales.

Del otoño que enferma de hojas

tomad la tristeza húmeda del álamo

y os haré para estos socavones

el más frágil y obscuro silencio.

Dadme del carbón hermano las lámparas

que se apagaron con el tiempo,

dadme del oro o la plata, del salitre lunar,

el sudor casi santo que crece en los pirquenes,

dadme los grillos que horadan con el filo de su guitarra

el metal, el pan, el agua, la sangre,

la voz, los mismos huesos y la sal

que quiero cavar en el filón puro de la noche,

para encender en su corazón

¡lo que le falta de mineral al cielo¡